miércoles, 9 de enero de 2013

Retórica, oratoria y dialéctica




 La retórica es el arte de bien decir, de dar al  lenguaje escrito o hablado la eficacia necesaria para deleitar, persuadir o conmover.  Podemos decir que en un sentido general, retórica es cualquier  proceso comunicativo ordenado que tenga como fin la persuasión. La retórica es la capacidad de defender por medio del discurso público una opinión propia, intentando influir así en la forma de pensar y de actuar de los demás, provocando una reflexión inducida en quien nos escucha y así construir en cabeza ajena el edificio que queremos llevar a término, para que llegue, en definitiva, a las conclusiones que previamente hemos previsto. La retórica también contempla entre sus recursos comunicativos el diseño de las argumentaciones emotivas, de las razones del corazón con el mismo objetivo persuasivo. Todo ello debe lograr presentar nuestra postura y a nosotros mismos como algo apropiado, agradable y atractivo, debiendo ser sugerentes, simpáticos y amables al presentar nuestras ideas, con el fin de que sean fácilmente aceptadas por los demás.


La oratoria es la materialización de la capacidad  persuasiva presentada por la retórica y se concreta como un género literario específico, por ejemplo, en discursos, conferencias o sermones, etc. En pocas palabras, se denomina oratoria al arte de hablar con elocuencia. La retórica es la teoría, la oratoria la aplicación de la teoría retórica en un discurso concreto. Por eso, la retórica y la oratoria no pueden separarse y han dado lugar a ciertos malentendidos terminológicos: hablar de teoría oratoria es hablar de retórica; en cambio, hablar de práctica retórica es hablar de oratoria. Así , la retórica nace de la praxis oratoria y la oratoria se enriquece con las aportaciones de la retórica.
 Al ser la dialéctica una palabra polisémica (que posee varios significados), conviene precisar que  nos referimos a ella especialmente como método  de razonamiento. Etimológicamente significa el ”arte de conversar” (del griego “día”, reciprocidad, intercambio, y “logos”, palabra, discurso, etc). Este concepto no es una invención de Marx, ni siquiera de Hegel, pues ya lo encontramos en la filosofía griega, aunque en un sentido muy distinto. En el mundo griego,  la Dialéctica era el arte de discutir y se oponía a la retórica o arte que enseñaba a hablar bien ante un auditorio.Heráclito de Éfeso expuso dos proposiciones que están en la base del pensamiento  dialéctico: 1) todo fluye constantemente, todo está en movimiento y 2) todo está formado por opuestos que siempre están en estado de tensión, de manera que cualquier forma determinada es el resultado del equilibrio entre ambas fuerzas opuestas.  Sócrates, por ejemplo, practicaba el arte de la Dialéctica (el diálogo) con sus discípulos para ayudarles a alcanzar las esencias de las cosas; en Platón se identifica con la filosofía misma, y es el método para el conocimiento de las Ideas y el descubrimiento de la Idea de Bien como fundamento de la totalidad de la realidad. La filosofía posterior utilizó esta palabra para designar las enseñanzas dirigidas al aprendizaje de la discusión, y en algunos casos se la identificó con la Lógica. En Marx, la dialéctica designa tanto el proceso peculiar con el que se desenvuelve la sociedad a lo largo de su propia historia, como el modo en que se debe pensar para captar adecuadamente dicho proceso. Finalmente, según Hegel, la dialéctica afirma que cada pensamiento, cada idea y cada situación en el mundo tiene un contrario, y que la unión con él forma un todo mayor y más complejo. Hegel siguió la tradición que procede de Heráclito (hacia el 500 a. C.),  quién veía todo como un producto de un proceso del que surge el progreso de la historia. Como ninguna situación puede continuar indefinidamente, y cada situación contiene elementos que entran en conflicto, el cambio es continuo. El proceso de cambio es la dialéctica.



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